La última vez que un rey español dijo algo parecido al “¿por qué no te callas? Fue hacia 1588, Esta vez fue Felipe II, y él sí tenía una Armada. En esta ocasión quien nos estaba bailando el agua era la reina de Inglaterra, Isabel I, pero no sólo ella, franceses y holandeses, le hacían la comparsa a la reina contra los intereses de la monarquía hispánica, como ahora se lo hacen los presidentes de Bolivia, Nicaragua o Cuba al presidente Chávez, frente a nuestro actual rey.
Felipe II creyó que una alianza matrimonial con Isabel I, podía haber resuelto el gran problema de los ataques ingleses a la hegemonía oceánica española. Desechada esta opción, Felipe no dudó en apoyar a partido católico y a María Estuardo, reina de Escocia, que, ante la crisis en este país producida por el choque de intereses entre la nobleza de los clanes, los calvinistas y los que la apoyaban a ella, optó por huir a la mismísima Inglaterra, donde su prima Isabel, la “protegería” durante algunos años. El peligro católico que representaba, los contactos con Felipe, y el fallido complot Babington, determinó a Isabel mandar cortarle la cabeza.
Este desastre no supuso el fin de la hegemonía española, faltan algunos años para que esta se consume, pero sí nos muestra el fracaso de la política de acción violenta frente a la política de la diplomacia, pues, aún habiendo triunfado la misión española ¿hubiera podido la monarquía hispánica mantener el control de la isla por mucho tiempo sin un desgaste que hubiera quizás acelerado el fin del imperio español?
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